La técnica, como herramienta necesaria para concebir y edificar lugares habitables, traza los límites y posibilidades de usar la materia como insumo determinante en la constitución de la espacialidad arquitectónica.

Instrumento y nunca fin en sí misma, las dimensiones posibles de lo técnico pueden trascender su mera condición instrumental, cuando se propicia una mirada racional y sensible que asume lo técnico como una resonancia mediadora entre la materialidad y la estética.

La finalidad profunda de la arquitectura es enaltecer verídicamente la cotidianidad del hombre.

Ello es posible, si su vivencia emociona los sentidos, es ambientalmente amable y añade valor a los lugares que interviene. Si además, es consecuente con su tiempo, provee una mesurada disponibilidad material y condiciona de la técnica su pertinencia, esto es, un despliegue coherente con la historia y la geografía, con los entornos y las gentes.